sábado, 20 de junio de 2015

Crítica Matrix 3: Revolutions


Después de Matrix Reloaded, donde a los Watchowksi se les fue el guión de las manos, llega Madrix Revolutions y su acción gratuita.

Porque eso es lo que nos dan, en el muelle de Zion, el inevitable encuentro entre las máquinas y unos protagonistas humanos de los cuales no podríamos preocuparnos menos. Es más, el chico al cual seguimos la mayor parte de la lucha es repelente y quieres que tenga una muerte horrible.

Mientras tanto, Neo y los suyos quieren acabar con la guerra, pero lo que no saben es que uno de los suyos es controlado por el Agente Smith, sin duda de lo poco que le da vidilla a la película. Una vez solucionado este problema, Neo y Trinity deciden viajar al “País de las máquinas” en plan suicida para terminar de arruinar la trama que ya empezó a derrumbarse en la segunda entrega. Ahora resulta que el Agente Smith se ha desenganchado del control de las máquinas y hace peligrar su existencia, así que Neo pacta con éstas para entrar en Matrix y enfrentarse a Smith y a sus billones de copias. Sin embargo, la cosa está igualada ahora ya que Smith ha asimilado el cuerpo del Oráculo, dándole a ese individuo los mismos poderes que Neo (cuando lo cuentas así es aún más ridículo) dando lugar a un homenaje involuntario a Dragon Ball Z. Si hasta ahora la historia os resulta confusa, el final no tiene desperdicio. Resulta que el punto débil de Smith, y que lo acaba destruyendo, es su mismo propósito: asimilar toda forma de vida o programa que vive en Matrix, siendo el último Neo. Al asimilarlo, su propósito está cumplido y, por lo tanto, se autodestruye. Ole por los Watchowksi.

En definitiva, en la misma línea que Matrix Reloaded, la trama es lo de menos a no ser que te guste la droga dura, pero hay suficiente acción como para pasar un par de horas entretenido y poco más.

Nota: 6/10

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