Con el anuncio del estreno de la novena temporada de Doctor Who y el trailer de esta misma, no podemos pasar por alto la ocasión de dar una mirada atrás y hablar de lo que ha sido este nuevo comienzo del viajero del tiempo y el espacio más longevo de la historia de la televisión.
Cuando supimos que Peter Capaldisería quien interpretaría al Doctor sustituyendo a Matt Smith, siendo el primero el actor que coge el papel a edad más avanzada (55) y el otro el Doctor más joven (26), teníamos claro que la serie daría un giro radical, y no nos equivocábamos, esta octava temporada no ha dejado indiferente. En primer lugar el estilo que han tenido los episodios ha sido mucho más frío y oscuro, un cambio de voz argumental que, personalmente, ha sido un gran acierto, Capaldi ha estado soberbio como este Doctor más arrogante, manipulador y distanciado; el Noveno fue muy risueño, todo era fantástico, el Décimo mostraba esa falsa despreocupación que escondía una enorme devoción por los demás y el Undécimo fue el más enérgico y dinámico, Capaldi no sólo a roto con ese lado luminoso del Doctor, sino que ha sabido ser el Doctor que ha dejado de correr, cambiando la acción y sus constantes carreras por momentos de intriga más claustrofóbica y mental.
Esta deshumanización del viajero del tiempo a repercutido en su acompañante, Clara Oswald (Jenna Coleman), a quien se le intensifican estos valores de los que carece el Doctor, sin casi ningún recuerdo de quien fuera “la chica imposible” adquiere un rol de avatar o adalid de la Tierra con, seguramente, demasiado protagonismo en casi todos los episodios (“Kill the moon” por poner un ejemplo concreto). Si hemos dicho que la elección de Capaldi como Duodécimo Doctor ha sido brillante, el personaje de Coleman no ha encontrado su sitio en esta temporada: su nuevo rol, una personalidad un tanto voluble que pasaba de un extremo a otro, el desinterés que provocaba la historia amorosa con Danny Pink (Samuel Anderson), su cuota de pantalla en detrimento al personaje principal y una sinergia entre Doctor y acompañante que chirriaba al inicio y nunca se asentó le malogran uno de los pocos puntos negativos de la temporada. No puedo acabar esta parte sin mencionar el impresionante papel de Michelle Gomez interpretando a Missy, consigue como némesis del Doctor lo que su acompañante no pudo, entenderse y jugar con él; con Capaldi y Gomez en pantalla saltaban chispas y de ella no sabias lo que podía suceder. Sin duda de lo mejor pese a que la sub-trama de “la tierra prometida” ha sido tan difusa.
La temporada deja un buen sabor de boca con el ya mencionado aire oscuro que la rodea, aunque este éxito lo han pagado los episodios que se alejaban de ese camino pies han sido los más débiles en el conjunto. Paradigma de esto son el tercer y cuarto capítulos: “Robots of Sherwood” que pretendía ser más colorido no encaja en el conjunto de la temporada, pero el cuarto “Listen” se convierte en un episodio insignia del Doctor, casi tanto como “Blink” del Décimo. El soliloquio inicial te engancha y se recorren unos escenarios de sugestión al genero del terror psicológico bien logrados y con un momento que marca un antes y un después, su discurso con un niño sobre el miedo donde Capaldi explota como el Doctor magníficamente.
Después del final de temporada, y sólo con el paliativo que supuso el especial de Navidad, pese a ser un broche final fantástico (una gran combinación de Alien y Origen con un toque muy navideño), ahora nos toca esperar al 19 de Setiembre para la que será la novena temporada y ver que le depara al Señor del Tiempo y a su TARDIS, sobretodo el papel de Maise Williams (Arya de Games of Thrones) que no solo aparecerá sino que según Moffat, showrunner de la serie, tendrá un papel importante.
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